
Reducir el horario de trabajo para luchar contra el cambio climatico
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Los resultados de un nuevo estudio muestran que una reducción significativa del horario laboral es fundamental para contrastar el fenómeno del calentamiento global.
Una estrategia para reducir las emisiones y el consumo energético
Una de las medidas esenciales que deben adoptarse para evitar los efectos desastrosos del cambio climático en curso, según el think-tank británico Autonomy, es la reducción significativa de las horas de trabajo. La recomendación está presentada en el informe realizado por Autonomy “The Ecological Limits of Work” que subraya cómo la necesidad de prevenir transformaciones irreversibles del ecosistema terrestre exige que se pongan en práctica cambios radicales que incluyan todos los ámbitos de la sociedad.
Si hasta ahora el objetivo de la mayoría de los procesos productivos ha sido el de maximizar los beneficios económicos, de ahora en adelante debemos cambiar radicalmente la perspectiva y empezar a preguntarnos cuánto trabajo podemos permitirnos. Esto es porque, como indican los autores del informe, existe una relación directa entre las horas trabajadas y el consumo energético y las emisiones de gases de efecto invernadero. Según una investigación de la universidad Chalmers de Göteborg, la reducción en un 1% del número de horas trabajadas implicaría una disminución del consumo energético en un 0,7% y una reducción de las emisiones de anhídrido carbónico de un 0,8%.
Un cambio necesario para una mayor sostenibilidad
Aún admitiendo que la sola reducción del horario de trabajo no es suficiente para contrarrestar el calentamiento global, los autores del estudio señalan que los actuales ritmos de trabajo se han convertido en insostenibles desde el punto de vista ecológico. Basándose en los datos recopilados por las organizaciones internacionales OCDE y ONU sobre los actuales niveles de emisión de tres países tipo (Suecia, Alemania y Reino Unido) los expertos de Autonomy han calculado que la reducción del horario laboral necesario para balancear los cambios climáticos debería ser por los menos del 50%. Esto sería pasar de una semana laboral de 40 horas a una de poco menos de quince, es decir unos tres días laborables por semana. La idea de una semana laboral más breve no es nueva: las primeras hipótesis, al principio del siglo diecinueve, sugerían una drástica reducción de las horas de trabajo, y han sido el escritor Paul Lafargue y el economista John Maynard Keynes, los que con sus contribuciones a la teoría económica han dado origen a la llamada revolución keynesiana. Ambos estaban convencidos de que el progreso tecnológico nos habría permitido automatizar la mayoría de los procesos productivos y reducir a la mitad el horario de trabajo antes del siglo XXII, permitiéndonos así disfrutar de una mayor cantidad de tiempo libre.
Según Autonomy, la disponibilidad de grandes cantidades de tiempo libre profetizado por Keynes se ha convertido en una necesidad. El cambio climático impone una significativa reducción de las actividades económicas y productivas responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero, y para alcanzar este objetivo tenemos que redescubrir lo que Lafargue llamó la “necesidad del ocio”. En el informe se lee “si la sostenibilidad ecológica requiere una disminución total del consumo de materiales y energía, el consiguiente aumento del tiempo libre a disposición se convierte cada vez menos en un lujo y más en una urgencia.”
Las ventajas de un horario de trabajo reducido
El estudio de Autonomy se suma a un debate en el que se ha puesto en evidencia que una reducción del horario laboral podría no solamente reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, sino también mejorar la calidad de vida de los trabajadores, y aumentar las tasas de ocupación y productividad. Una significativa reducción de las horas trabajadas no tendría sólo la ventaja de disminuir el consumo de energía y reducir la producción de gases de efecto invernadero, sino también estaría acompañada por una consiguiente reducción de los desplazamientos, responsables de la emisión de enormes cantidades de anhídrido carbónico, y de una disminución de los niveles de producción de bienes y recursos.
Las ventajas de una reducción del horario de trabajo no serían solamente ecológicas o green: la reconfiguración de nuestra actitud hacia la productividad y a la gestión del tiempo podría invertir la tendencia actual de intensificar la carga de trabajo, con efectos positivos sobre la salud tanto física como mental de todos. Está evidenciado por un estudio de la universidad de Melbourne, que quién trabaja más de 25 horas a la semana experimenta una significativa reducción de las facultades cognitivas y está expuesto principalmente a riesgo de ictus, tumores y enfermedades cardiovasculares. Reducir el número de horas de trabajo nos permitiría por lo tanto gozar de una salud mejor. Y también de una mejor productividad: según algunos datos del OCDE los países en los que se trabaja menos horas son aquellos con el PIB más alto. Una sorprendente tendencia también confirmada por los recientes experimentos de reducción de la jornada laboral llevados a cabo en Holanda y en Suecia, han confirmado como las personas que trabajan seis horas al día, en lugar de ocho, son más productivas y capaces de balancear los compromisos laborales con la vida privada.