La fatiga de decisión: por qué demasiadas decisiones fatigan la mente

La fatiga de decisión: por qué demasiadas decisiones fatigan la mente

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Todos los días estamos llamados a tomar una gran cantidad de decisiones y la fatiga cognitiva resultante afecta negativamente la calidad de nuestras vidas y nuestras elecciones.

 

¿Qué es la fatiga de decisión?

Según las últimas estimaciones, cada persona toma un promedio de 35 mil decisiones a lo largo del día. La mayoría son decisiones muy fáciles de tomar, tanto que a veces las tomamos sin siquiera darnos cuenta. Algunos ejemplos: Decidir qué pedir en un restaurante, qué ver en la televisión, qué ropa ponerse, etc. Otras, por otro lado, requieren un proceso de toma de decisiones más largo y complejo como, por ejemplo, aceptar o no un trabajo, comprar un automóvil o una casa, etc.

Además, disponer de un abanico demasiado amplio de opciones entre las que elegir, puede generar ansiedad hasta llegar a la incapacidad de decidir (FOBO).

 

Intuitivamente podríamos pensar que son las elecciones más complejas, las que pueden tener un impacto más significativo en nuestras vidas, las que más agotan nuestra energía mental.

En realidad, según el psicólogo Roy F. Baumeister, cada decisión, incluso la más pequeña y aparentemente insignificante, consume nuestros recursos mentales y especialmente nuestra fuerza de voluntad. Según los resultados de una serie de investigaciones realizadas por la Universidad de Florida, cada elección requiere un pequeño gasto de energía mental, un recurso finito que es probable que se desvanezca en el mar de decisiones con el que nos enfrentamos a diario. Cuantas más decisiones tengamos que tomar, más fatiga de decisión acumulamos, (o decision fatigue en inglés, término acuñado por el propio Baumeister).

 

Los efectos de la fatiga de decisión

La fatiga de decisión genera el fenómeno identificado por el equipo de investigadores de la Universidad de Florida, según el cual, la calidad de las decisiones tomadas por un individuo empeora a medida que crece la cantidad de decisiones a tomar. Dicho en otras palabras, cuantas más decisiones nos vemos obligados a tomar cada día, mayor es la probabilidad de tomar malas decisiones. En su libro, “Fuerza de voluntad. Cómo desarrollar los músculos del éxito”, Baumeister ilustra los resultados de su investigación, explicando que cuando nuestra fuerza de voluntad comienza a agotarse, nos volvemos menos capaces de controlar nuestros impulsos y más propensos a elegir la opción que requiere el menor esfuerzo y que conduce a la mayor recompensa. La fatiga de decisión puede, por ejemplo, llevar a hacer compras equivocadas, impulsivas o que no están en línea con nuestros deseos.

 

Las consecuencias de este tipo de agotamiento no afectan solo la toma de decisiones. Durante un estudio de la Universidad de Minnesota surgió que mantener la concentración mientras se resuelven problemas complejos o al realizar una tarea poco inspiradora se vuelve mucho más difícil si nos hemos enfrentado previamente con un gran número de elecciones. Mantener la atención centrada en un objetivo específico requiere la misma fuerza de voluntad que se consume gradualmente por los procesos de toma de decisiones que salpican nuestra vida diaria.

 

Recupera el control de tus elecciones

Conscientes de que cada decisión solo aumenta nuestra carga cognitiva, existen una serie de estrategias que podemos poner en marcha para limitar los efectos de la fatiga de decisión. Comenzando con entender que no todas las decisiones son igual de importantes, debemos asegurarnos de que no enfrentamos las elecciones más significativas cuando podemos estar teniendo fatiga de decisión.

 

Una solución puede ser la de organizar nuestro tiempo con el fin de enfrentarnos con la carga más importante de toma de decisiones al comienzo del día: esto puede ayudarnos a tomar mejores decisiones sobre los temas que más nos importan, como los relacionados con el ámbito profesional, la vida privada y asuntos familiares y económicos. Por otro lado, debemos intentar relegar al final del día todas aquellas decisiones que pueden considerarse triviales, como elegir la ropa para el día siguiente o elaborar la lista de la compra semanal. Finalmente, cuando se trata de tomar decisiones importantes, es mejor no hacerlo con el estómago vacío: un estudio de un grupo de jueces Israelíes, encargados de decidir si conceder la libertad por buena conducta a algunos detenidos, puso de relieve cómo la distancia desde la última comida pudo haber influido en la indulgencia de los jueces y el resultado de las sentencias.

 

Buenos hábitos y rutinas diarias contra la fatiga de decisión

A pesar de las estrategias para mitigar los efectos de la fatiga de decisión, la mejor opción es, sin duda, evitar el agotamiento de nuestras reservas de autocontrol. Para ello es recomendable ante todo minimizar el número de decisiones que afrontamos durante el día, adoptando una serie de reglas personalizadas que nos ayuden a automatizar la gestión de nuestro tiempo y nuestras actividades. Decidir irnos a la cama siempre a la misma hora, entrenar en el gimnasio siempre los mismos días de la semana y comer siguiendo un menú semanal predeterminado, por ejemplo, puede liberarnos de la carga de tener que hacer frente a las mismas opciones diariamente.

 

Adoptar rutinas que hagan automática la ejecución de ciertas tareas, es otro método muy efectivo para evitar la fatiga de decisión. Acostumbrarse a seguir una rutina matutina, compuesta de actividades saludables como la meditación o el ejercicio, puede acortar en gran medida el tiempo necesario para despertar y prepararse para lidiar mejor con el día sin agotar nuestra reserva de fuerza de voluntad.