
Superar las diferencias y resolver los conflictos en el trabajo
- Emprendedores y Autónomos
- Gestión empresarial
Los conflictos en el entorno laboral aumentan la tensión, eliminan la motivación y bajan los niveles de productividad, por lo que es crucial aprender a conciliar diferentes perspectivas.
Los conflictos son inevitables, tanto en el lugar de trabajo como en la vida privada, pero cuando no se gestionan de manera oportuna y adecuada, los conflictos profesionales pueden terminar comprometiendo tanto el rendimiento como el cumplimiento de los objetivos comunes. En situaciones de conflicto, es esencial apelar a la propia inteligencia emocional para comprender la naturaleza y el origen real del conflicto, así como las respuestas emocionales de las partes involucradas. En una encuesta encargada por CPP Inc. una muestra de encuestados procedentes de diferentes entornos laborales y países, enumeró lo que creían que eran los orígenes de los conflictos observados personalmente en el lugar de trabajo. La clasificación basada en las respuestas coloca las diferencias personales (49%) en primer lugar, seguidas por el estrés (34%), las cargas de trabajo excesivas (33%), la falta de liderazgo (29%) y la claridad sobre responsabilidades y objetivos (23%). Afortunadamente, solo el 18% de los encuestados dijo haber sido testigos de conflictos de naturaleza ética, mientras que el acoso (13%) y la discriminación (10%) se encontraban entre las razones de conflicto menos observadas.
En los orígenes del conflicto
De hecho, a pesar de las diferentes manifestaciones y causas aparentes, según los psicólogos Art Bell y Bret Hart, los orígenes de los conflictos en el trabajo son atribuibles a seis posibles escenarios.
Falta de recursos. El acceso a recursos específicos como información, equipos de oficina o personal especializado suele ser esencial para poder realizar mejor un trabajo. Esta es la razón por la cual cuando un recurso es limitado o insuficiente, la competencia para utilizarlos desencadena conflictos.
Diferencia en el enfoque del trabajo. Cada uno de nosotros tiene su propio método de organización del trabajo, que depende tanto de sus inclinaciones personales como de sus hábitos. Por ejemplo, para algunos es necesario planificar detalladamente cada minuto de su jornada laboral, mientras que a otros les resulta más efectivo adoptar una actitud menos estructurada. Cuando las personas con diferentes estilos de trabajo tienen que colaborar, la incompatibilidad a menudo desemboca en conflictos.
Diferencias en perspectivas. Cada uno de nosotros ve el mundo a través de un filtro creado por nuestras propias convicciones y experiencias personales, un filtro que puede alterar significativamente nuestra percepción de los eventos en comparación con la de nuestros compañeros de trabajo. Cuando las visiones opuestas chocan, el conflicto es inevitable.
Objetivos diferentes. La diferencia de metas entre nosotros y los demás puede llevarnos a priorizar cosas que no le importan a los demás o viceversa. En estas situaciones, el conflicto surge de la incapacidad de las partes para identificar el objetivo común que las llevó a cooperar, prefiriendo perseguir sus propios objetivos.
Diferentes valores. Hay situaciones en las que las tareas que estamos llevando a cabo están en conflicto directo con nuestros valores y nos llevan a cuestionar nuestra propia profesionalidad. Cuando nos enfrentamos a diferencias ideológicas que no se pueden comparar abiertamente y resolver a través del diálogo, surgen conflictos que son difíciles de conciliar.
Falta de comunicación: la diferencia en los estilos de comunicación es quizás la verdadera causa real de la mayoría de los conflictos en el entorno laboral, ya que da lugar a malentendidos que pueden conducir a hostilidad o exacerbar los conflictos preexistentes.
¿Cómo manejar eficazmente los conflictos?
Las estrategias adoptadas para gestionar los contrastes son decisivas para el impacto que éstos tendrán en el entorno laboral: desafortunadamente, las estrategias más comunes son las que ignoran el problema con la esperanza de que se resuelva solo, o lo convierten en un enfrentamiento en el que quien pierde se ve obligado a ceder a los deseos del otro. Rara vez elegimos el camino de la colaboración y del compromiso, lo que permite superar las diferencias personales y evitar la hostilidad trabajando juntos para encontrar la mejor solución posible.
Pero, ¿cómo establecemos un diálogo productivo cuando ya hay un conflicto?, Según expertos de la Universidad de Oklahoma, es suficiente seguir cinco recomendaciones simples:
- Articular claramente las causas del conflicto, a fin de dejar claro cuáles serán las áreas de divergencia de la situación o problema.
- Definir los objetivos de la discusión, comenzando por reconocer por qué es importante que ambas partes resuelvan el conflicto y encuentren una solución viable para todos.
- Enfrentar el problema cara a cara, para evitar posibles malentendidos típicos de correo electrónico o conversaciones telefónicas. Las videollamadas son una herramienta muy útil para abordar este tipo de discusiones en este momento de teletrabajo.
- No desviar del tema ni referirse a episodios pasados que no están directamente relacionados con el problema, sino prestar atención a limitar la discusión a comportamientos puntuales y situaciones específicas.
- Tomar un descanso cuando la emotividad toma el control es la mejor manera de evitar que ésta interfiera con un diálogo productivo. En la mayoría de los casos, quince minutos son suficientes para calmar el estado de ánimo y permitir que la discusión se reanude.